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Doce años después: impresiones del retorno a Cochabamba

  • Writer: misha pless
    misha pless
  • Oct 5, 2024
  • 7 min read

Updated: Apr 17


La magica cordillera del Tunari en el atardecer
La magica cordillera del Tunari en el atardecer

De niño, solía ir en bicicleta al aeropuerto de Cochabamba. Era un viaje de medio día que marcaba el culmen de mi semana. Hablo de una distancia considerable para un niño de 13 años, pero el viaje valía la pena. La meta era experimentar una vez más la sensación de maravilla al ver despegar y aterrizar los ruidosos bólidos de ese tiempo, como los DC6, el Electra y, más tarde, el Boeing del Lloyd Aéreo Boliviano. Para mí, sin duda, era el espectáculo de la semana. Regresaba feliz a mi casa por la Recoleta, lleno de sueños y agradecido de poder vivir en una ciudad donde la libertad de movimiento no tenía trabas. Claro está que en ese momento, hace ya 50 años, no era consciente de poseer esa libertad.


De Cochabamba me fui en 1980, apenas concluido mi bachillerato. Con lágrimas en mis ojos vi los tristes rostros de los que me acompañarían al aeropuerto - mis padres, mi amado maestro, Don Mario Estenssoro, y amigos. Recuerdo ese momento como uno de los más tristes de mi corta vida. Con un maletín de cuero, un saco de invierno y unos dólares en el bolsillo, emigré al país del norte para estudiar inglés y música en el conservatorio de Cleveland. Mi propósito era estudiar piano, con el deseo de llegar a seguir una carrera de concertista. La vida me deparó otro destino y opté por el mundo de la medicina y la ciencia.


Es por esto que la llegada al aeropuerto de Cochabamba reúne en mí un universo de fuertes emociones. No solamente recuerdo las imágenes de la infancia y adolescencia que quedaron grabadas en mi memoria, sino también otras imágenes de un sinfín de experiencias adquiridas en ese mismo. Las memorias de tristes despedidas y alegres bienvenidas, de largas esperas, de llantos y alegrías.


Pero hay algo más: llegar al aeropuerto de Cochabamba estimula una explosión de memorias que, como una película, recorren mi mente: la cordillera del Tunari con los picos cuya orografía quedó impregnada en mi mente, el cerro San Sebastián, el cerro San Pedro, los lagos próximos a la ciudad. Toda la geografía de mi infancia que veo en el ojo de mi mente regresa a la realidad. Las imágenes de la infancia son poderosas.


Pero esta vez, llegando a Cochabamba después de una larga ausencia, la impresión fue diferente.


Me pregunto por qué esta vez la experiencia fue tan distinta. Después de doce años de ausencia, regresé, esta vez exclusivamente para pasar momentos con mis hermanas y recorrer los viejos senderos de mi infancia con mi amada familia. Este viaje no se planificaba con el fin de dar conciertos, apoyar a un familiar enfermo o permanecer solo unos días para dar o asistir a una conferencia médica. No, este viaje fue diferente. Este viaje fue pensado para visitar mi ciudad natal sin ningún otro propósito que el retorno. Y fue así que apenas se detuvo el avión que nos trajo, noté inmediatamente que había llegado a una ciudad muy diferente a la que dejé años atrás.


Ya antes de aterrizar, lo primero que notaba era una ciudad que se veía completamente diferente desde el aire. El avión, que hizo su aproximación por el valle alto sobrevolando Cliza y Punata, descendió sobre la Laguna Angostura, donde para mi gran sorpresa comenzaba el límite de la ciudad. Con asombro entonces caí en cuenta de que el límite sureste de la ciudad es hoy en día La Angostura. ¡En mi adolescencia, llegar a este punto geográfico era un viaje de campo de todo un día! Casi desorientado, desde la ventana del avión, vi enormes poblaciones que se extendían en todas las direcciones posibles. La ciudad visiblemente se extendía desde Vinto hasta Sacaba, desde La Angostura hasta Tiquipaya. Reconocí entonces que los parajes rurales de mi infancia ya no son rurales, ya no son sitios para hacer un día de campo, sino más bien se encuentran en plena zona urbana. Tan veloz y diestro fue el descenso del avión de BoA a Cochabamba, que lentamente me entró en la conciencia que llegaba a una enorme ciudad y no a la pequeña ciudad de mi infancia.


El aeropuerto de hoy es moderno y tiene una arquitectura espléndida con una excelente estética arquitectónica. ¡Qué satisfacción llegar a mi querida ciudad, qué añoranza hecha realidad!


El aeropuerto Jorge Wilsterman de Cochabamba
El aeropuerto Jorge Wilsterman de Cochabamba

Luego, el tramo del aeropuerto a la zona norte de la ciudad me dejó sin habla. Apenas saliendo del aeropuerto aparecían amplias avenidas, túneles, puentes, desvíos con señalización, moderno alumbrado, zonas verdes, parques para niños y zonas de deporte - mis ojos no lo podían creer. Y flores. Flores por doquier. Me pregunté - ¿Estoy en Cochabamba o quizás el piloto se habrá equivocado de ciudad?


Llegando a la zona Norte, lo que sería la Avenida América, fue donde quedé finalmente deslumbrado. Altos edificios, boutiques, centros de compras modernos, restaurantes, cafeterías y mucho comercio. Entrando a los supermercados es donde me sentí maravillado. La variedad de productos es asombrosa. La población cochabambina disfruta de una variedad de productos verdaderamente sorprendente - no solamente su panadería, sino también su repostería, sus frutas, vegetales, y un sin número de exquisitos productos hechos y cosechados en Bolivia. El orgullo de ver esto me hizo sonreír y pensé: ¡qué gran fuente de admiración!


Todo ello desde ya lleva a lo que es una gastronomía magnifica y exquisita. Quizás me equivoco, pero la gastronomía cochabambina no tiene igual.


En el pasado, viajando por los rincones del mundo en lejanos países, solía aventurarme a pedir platos típicos de la región. Por ejemplo, en Centroamérica el plato típico es el "casado", arroz con frijoles y algún otro acompañamiento, pero más que eso no solía ofrecerse. ¡Qué pena! En Bolivia en general, pero especialmente en Cochabamba, la variedad de platos tradicionales es extraordinaria. En la nueva Cochabamba que describo, encontré un pueblo orgulloso de su formidable gastronomía que se refleja en la enorme variedad de restaurantes de alto nivel que ofrecen un sinnúmero de platos típicos. Platos del valle bajo, del valle alto, del oriente, del altiplano. La variedad marea. Y el sabor maravilla.


Interesante y moderna arquitectura de gran gusto estílico
Interesante y moderna arquitectura de gran gusto estílico

Paseando a pie por las calles de Cochabamba se nota que hay un progreso insólito. La ciudad creció de forma muy positiva. He viajado por el mundo y he visto señales de crecimiento demográfico en muchos lugares. La población mundial se está multiplicando a velocidades vertiginosas. Sin embargo, en ciertas geografías de Europa, incluso en Europa occidental, se perciben barrios periféricos insípidos, bloques de edificios que no tienen ni color ni forma, que dañan el aspecto visible de estas ciudades. No es así en Cochabamba. Si uno mira hacia arriba, va a notar edificios construidos con hermoso diseño y estética. Cada edificio, y hay muchísimos nuevos, tiene algo interesante y novedoso.


Vista de la Avenida America desde un alto edificio.  La luna sobre Cochabamba
Vista de la Avenida America desde un alto edificio. La luna sobre Cochabamba

Lo que me lleva a uno de los aspectos que más me impresionó del viaje fue ver las áreas verdes. En el llamado Camino de la Costanera, lo que en mi infancia fue el área del zoológico, se han construido parques con áreas verdes, fuentes de agua, parques familiares, centros deportivos y flores. Flores por doquier, incluyendo los jacarandás que estaban en pleno jolgorio cromático. Qué bueno que el zoológico no exista más. Los animales enjaulados me causan dolor y repudio.


Eclosión total del jacaranda cochabambino
Eclosión total del jacaranda cochabambino

El punto culminante de mi experiencia en Cochabamba fue pasear por la llamada "ciclovía", un sinuoso sendero construido exclusivamente para ciclistas y peatones, que recorre la ciudad, incluyendo puentes, túneles y pasos sobre avenidas. ¡Qué gran obra! Para nosotros, los que disfrutamos viendo el mundo desde el tranquilo lente de la vida sobre dos ruedas, cualquier obra, gobierno, alcalde, ingeniero o autoridad que se preocupe por el ciclista, es digno de mi gratitud.


El jardín con fuente de agua del colegio Amerinst
El jardín con fuente de agua del colegio Amerinst

Se dice que para juzgar el grado de civilización de una cultura hay que visitar (1) los mercados públicos, (2) los baños públicos, (3) los parques de la ciudad y (4) los cementerios. Países como Japón, que tienen una cultura fuera del alcance de otros países, incluyendo Europa y EEUU, tienen obviamente una ventaja enorme sobre los demás en los cuatro puntos subrayados. Otros países quizás tienen algunos factores a favor. En Cochabamba noté un cambio radical en los cuatro elementos. Si bien no me aventuraría a comer un silpancho en el piso de un baño público, encontré una nueva cultura de limpieza en los mismos. Ni hablar del mercado de la Calle 25 de Mayo. Caminaba aturdido gozando de la extraordinaria variedad de productos, la organización de los artículos, y la manera en la que estaban expuestos al cliente. Este ya no es el mercado de mi infancia al cual mi abuela me llevaba los sábados a tomar zumo de zanahoria. Lo que queda de esos años en mi memoria son las moscas, la desorganización, el amontonamiento, y las fragancias dignas de pavor. Todo cambió. Todo mejoró. Bueno, quizás se puede criticar que los productos animales están expuestos al aire - la ciudad podría invertir en vitrinas refrigeradas.


La enorme variedad de papas sin igual en ningún otro país
La enorme variedad de papas sin igual en ningún otro país

Productos vegetales muy bien cuidados
Productos vegetales muy bien cuidados

Las magnificas frutas del valle cochabambino
Las magnificas frutas del valle cochabambino

Me voy de Cochabamba con varios pensamientos: qué admiración tengo por aquellos que luchan para que Cochabamba se vea tan linda como es. Es digno de asombro que finalmente se haya logrado construir Misicuni, el embalse que permite que Cochabamba tenga agua en abundancia. ¡Se nota en sus parques y flores! También me voy triste por dejar atrás a parte de mi familia, pero con el corazón lleno por el cariño que tiene el cochabambino hacia la amistad, con un carácter de generosidad amplio y siempre presente. Me voy pensando solamente: ¡ya quiero volver!


Simpáticos toques en el aeropuerto de Cochabamba
Simpáticos toques en el aeropuerto de Cochabamba


Adios hermosa ciudad. Cochabamba, donde naci. Ciudad de flores y generosidad.





 
 
 

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